viernes, 31 de diciembre de 2010

Gracias

Nunca te he escrito una entrada en este blog, y eso es en parte porque me hago mucho el duro. No me gusta mostrar mis sentimientos, pero esto se acabó.

Tú me has enseñado muchas cosas. Me has enseñado a reír, a seguir adelante, a querer. Y ahora viene un nuevo año, y como cuando acaba el año se dicen cosas bonitas te las estoy diciendo.

Recuerdo aún cuando me cantabas y me calmabas. Me podía tirar horas oyendo tu voz cálida cerca de mi oído. También recuerdo cuando te vestías de Drácula para hacerme partirme de la risa en el sofá. Incluso lo hiciste dos veces. También te disfrazabas de vaquero cuando tenía los días más tristes, y es que siempre conseguías arrancarme una sonrisa.

Espero volver a verte pronto. Te quiero, Chiquito.

lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Y qué hago yo ahora?

Soy Dexter, y no estoy seguro de lo que soy...sólo sé que hay algo oscuro en mí, y lo oculto. No hablo de ello pero está ahí. Siempre. Este oscuro pasajero. Y cuando tiene el control, me siento vivo-medio enfermo con el estremecimiento de lo que está...absolutamente mal. No lucho contra él. No quiero hacerlo. Él es todo lo que tengo. Nadie más podría amarme, ni siquiera...especialmente no a mí. ¿O es sólo una mentira que el oscuro pasajero me dice? ya que últimamente hay estos momentos en los que me siento conectado a algo más, alguien. Es como si se estuviera cayendo la máscara y cosas, gente que nunca antes me importó...comienzan de repente a importarme. Es algo que me aterra.

jueves, 29 de julio de 2010

El niño y el espejo.

¿Nunca te he contado la historia del niño enfermo? ¡Sí hombre, sí! Juraría que te la he contado miles de veces. Juraría que ya he estado en esta situación y yo te he preguntado si te he contado la historia del niño enfermo y después te la he contado. Juraría, pero no juro, que tengo mala memoria.

Como no me fío de mi te la voy a contar.

La historia trata sobre una conversación. En un hospital…


“Doctor Ramón Castro acuda al Box8 por favor” “Doctor Ramón Castro acuda al Box8 por favor” repetía una voz. No sé lo que pasaría en el Box8, pero viendo la insistencia de la mujer de megafonía debía ser importante.

Yo estaba en la sala de espera de un hospital, qué más da cuál. Leyendo “La gaceta médica” y leía acerca de “El síndrome de Proteus”, una desfiguración del cuerpo que te facilita el no tener que hablar con nadie nunca más. Miro a mi derecha y veo a un hombre en silla de ruedas con la pierna completamente escayolada. El hombre mira el suelo y tiene la expresión del que no recuerda nada. Lleva remangados unos pantalones grises roídos por la zona perineal y una camiseta verde que pone el nombre de una actriz antigua. Por entre las barras traseras de la silla de ruedas le cuelga una gabardina de tergal. Detrás de la gabardina de tergal hay un niño pelirrojo con pecas que está intentando quemársela con el mechero que le ha robado a su madre.

Vuelvo a mirar “La gaceta médica” y leo acerca de “El síndrome de Capgras”, un trastorno en el que crees que tu gente cercana no son más que falsos impostores. ¿Tendré yo el síndrome de Capgras? Lo dudo. Solo tengo a mi hijo y él no es un impostor. Miro a mi izquierda y veo a una mujer golpeándose las tetas con el abanico. A su lado está lo que presumiblemente diremos que es su marido. Un anciano con dos bolsas de suero en un trípode, con la bata desabrochada, que deja ver más de lo que necesito y con una tercera bolsa adicional colgándole de su asiento que se divide en dos, un compartimento para la orina y otro compartimento para la sangre. Está esperando que se lo lleven a planta.

Giro de nuevo la cabeza y ahora leo acerca de “El Síndrome de Hutchinson-Gilford” y cómo un niño de 12 años muere de viejo. Bajo la publicación y miro por encima de ella. Una mujer llora mientras habla por teléfono. Le dice que ella le había puesto el cinturón, que había cumplido con todas las normas de seguridad. Sigue llorando. Dice que no vio al motorista que le hizo dar un volantazo. Sigue llorando. Dice que aún recuerda ver a Lucky salir volando por la luna delantera de su Polo. ¿Lucky? ¿Quién llama a su hijo Lucky? Más tarde me enteré que no era su hijo, si no su perro el que había salido volando. Sigue llorando.

Miro de nuevo “La gaceta médica” y ahora leo acerca de “El síndrome de Moebius” y me declaro sufridor parcial de éste último síndrome. No risas, no llantos, no emociones que se reflejen en mi cara. He aprendido a controlarlas y a no mostrar un ápice de sentimientos con la mirada, con los labios o con las cejas. Nada.

Me desenmascaro y si paro el tiempo a mi alrededor puedo ver niños jugando a sus consolas portátiles. Un hombre sigue con la mirada una mosca. La mujer del teléfono sigue llorando. Ya no están ni el señor con las bolsas ni la señora con el abanico. Un joven está preocupado porque se le ha infectado su tatuaje que reza “Solo los fuertes sobreviven”. Los fuertes y los que no se hacen tatuajes con agujas oxidadas, claro. El tipo de la gabardina ya está ardiendo, pero él no lo sabe. Una enferma sí que lo sabe y corre hacia él desde lejos. ¿Cuánto puedes esperar sin quemarte?

El tiempo puede seguir corriendo y veo como llega gente nueva y se va la que ya estaba. Parece que yo soy el único digno de estar en esta sala. El único que espera.

Cuando me dispongo a seguir leyendo sobre “Fibrodisplasia osificante progresiva” veo que a mi derecha se ha sentado un niño de una edad aproximada de 6 ó 7 años. El niño me mira con sus ojos verdes y su pelo castaño. Me mira con su camiseta a rayas azules y blancas y sus zapatos negros brillantes y sus pantalones de pana. El niño me mira con su calidez, con su curiosidad y con su calma. El niño me mira con su pena y con su comprensión.

Se le habrá perdido a alguien, fue lo primero que pensé, pero el hospital había quedado deshabitado. Toda la vida que había ahí había desaparecido. Toda la muerte que había ahí también había desaparecido. El niño no ha dicho ni una palabra.

Me levanto y doy una vuelta para ver si queda alguien aún por allí. La recepción está vacía y el banquillo de celadores también. Será la hora de comer. Vuelvo a la sala de espera y ahí está el niño, callado, expectante, educado. Me siento a su lado y le pregunto “¿Dónde están tus padres?” y él me responde que se han ido a comer. Menudos padres si dejan a su hijo con un desconocido mientras ellos comen. “¿Dónde están los tuyos?” me pregunta él.

- Mis padres están… - miro a mi alrededor – comiendo también. – Mis padres están muertos, pero ¿cómo le voy a decir eso a un niño?
- Es posible que estén comiendo juntos entonces – dice el niño – y es posible que estén comiendo lo mismo. ¿Por qué te han dejado aquí solo?
- Esa pregunta te la podría hacer yo a ti, jovencito. – respondo y el niño se asusta – Yo ya soy mayor y puedo estar solo si quiero. – sonrío
- Ya claro, eso dicen todos. Siempre dicen lo mismo
- ¿Tú qué haces aquí solo?
- Ya soy mayor. – contesta

Nos quedamos los dos en silencio y sigo leyendo sobre enfermedades. Sigo leyendo sobre casos extraños que no me pueden pasar a mí, para así fortalecerme. El niño no deja de mirarme y yo me empiezo a poner nervioso. Su cara me resulta familiar. Me levanto y me voy a otro asiento, para así no tenerle a mi lado mirándome. Sigo leyendo sobre “Paramnesia duplicativa” y tengo al niño exactamente en la misma posición que antes.

- ¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Comida? ¿Unos padres? Ve a la cafetería – le digo algo enfadado.
- No quiero nada de eso. ¿Tú qué quieres? – me dice
- ¿Cómo? Yo no quiero nada.
- Entonces, ¿por qué estás aquí? – el niño ahora tiene una cara diferente. Más madura.
- Estoy esperando, esto es una sala de espera.
- No te estoy preguntando qué estás haciendo, estoy preguntando que por qué estás aquí. La gente mayor tiende a confundirlo a veces.
- Estoy esperando a que me traigan a mi hijo. Está enfermo.
- ¿Enfermo? ¿Por qué? – me pregunta con la inocencia de un niño y me responde con la madurez de un anciano.
- ¿Cómo que por qué? Eso no tiene ninguna razón.
- ¿Se ha portado mal?
- No, no lo ha hecho.
- ¿Entonces?
- ¡Entonces qué! – me levanté tirando el periódico por los aires. Todas las hojas de la publicación revoloteaban cerca de mi cabeza, que estaba siendo sujetada por sendas manos. – Mira, yo no sé quién eres, no sé qué haces aquí ni por qué se ha ido todo el mundo, yo solo quiero que esto acabe ya.
- Pero… - el niño se levantó y se recogió una hoja del suelo. Me miró y dijo - ¿y si no acaba?
- ¿Cómo no va a acabar? ¡Tiene que acabar! Llevo 7 meses en España y me quedan otros 7 para volver a mi país. Ni siquiera sé por qué te estoy contando esto…
- No pasa nada, estoy aquí para que me lo cuentes. – dijo el niño. - ¿Cómo se llama su hijo?
- Se llama Otto, está en el quirófano. Espera un hígado. Yo estoy aquí porque en la sala de espera de quirófano estaba solo.
- ¿Solo? Tiene a su hijo.
- Supongo que tienes razón – dije y empecé a recoger todas las hojas de periódico desperdigadas por el suelo.

Voy leyendo acerca de esclerosis múltiple, de abcesos cerebrales, de periodontitis, de enfermedades de Kala-Azar, todas ellas documentadas con fotos y comentarios a pie de página para que entendamos los tecnicismos. Podrían poner pie de página en la vida real. *Te está poniendo los cuernos. *Estás muriéndote por dentro. *Tu amigo es una mujer. Todo etiquetado, todo clasificado, todo innegablemente estúpido, para no fallar.

La Rabdiomiolisis se trata con diuréticos. Para tratar el síndrome de Sjögren antinflamatorios no esteroideos. La Valvulopatía cardíaca con antibióticos. ¿Con qué se cura la soledad o el vacío?

“Déjeme que le haga una pregunta” me dijo el niño.

- Adelante – digo recogiendo la última página, que hablaba sobre Queratitis.
- Si su hijo muere hoy, ¿qué pasará? ¿Significa eso que ha tirado usted 7 meses de su vida? Quiero decir, si muere dentro de 7 meses, ¿usted habrá tirado 14 meses? ¿A usted qué le queda? ¿Quién le va a devolver el tiempo que ha pasado con su hijo? – dijo él. Mientras él hablaba yo le prestaba atención a un niño con un carro con suero, que estaba cruzando a toda prisa la habitación. El niño no tenía nada de pelo, seguramente por culpa del Interferón y de la quimioterapia. Detrás de éste venía otro. Estábamos presenciando una carrera.
- Si mi hijo muere hoy tendré la satisfacción de haber estado con él durante todo este tiempo y habérselo hecho lo más llevadero posible.
- Si su hijo muere todo eso dará igual. ¿Qué más da cómo haya vivido, si ya no puede recordarlo? ¿Quién le va a dar las gracias? ¿Qué va a hacer con la satisfacción? ¿Sabe de algún lugar donde cambien satisfacción personal por una vida que vivir? –dijo el niño con la voz subida de tono.
- El recuerdo de mi hijo me basta para seguir adelante.
- ¡Tonterías! ¡Tú te bastas para seguir adelante!
El niño tenía razón, si mi hijo muere no habrá servido para nada todo este tiempo. Esa acción que no se completa, el tiempo invertido, en ninguna parte.
- ¿Qué hacer? ¿Refugiarme en alguien? ¿Compartir ese tiempo vacío con otra persona? - dije
- Es un comienzo. Haz partícipes a los demás de tu desgracia. Acorrálala. De todas formas, tu desgracia es solo otra más, ¿qué más da? Son palabras. “Murió mi hijo” “Tengo cáncer” “Te quiero”. Frases. Tonterías. ¿Las acciones? Tonterías. Las acciones se olvidan. Se pudren. Necesitas algo más grande que eso. Necesitas estar por encima de eso. ¿Murió tu hijo? También vivió. Empate.
- ¿Qué me ofreces? ¿De qué estás hablando?
- No hablo de nada en concreto. Eres tú el que empezaste. Pero dime una cosa, si hoy muere tu hijo ¿qué dirás al llegar a casa? ¿qué has estado haciendo en España? “Hola, ya estoy aquí, después de 7 meses no haciendo nada”. Tu mujer habrá hecho un puzle, tu cuñado se habrá comprado un coche y tú volverás con las manos vacías. Tú y tu acción no completada.
- Diré que hice lo que pude.
- No, no lo hiciste, no completaste la acción.
- Y ¿qué hago?
- ¡Completa la acción! – gritó el niño tirando su silla hacia atrás.
- Quieres que mate a mi hijo…
- Tu hijo hace tiempo que ha muerto, no creo que haya ningún inconveniente.

El niño me miró con su camiseta a rayas azules y blancas y su pantalón de pana. El niño me miró con sus zapatos lustrados. El niño me miró con su frialdad mezquina. El niño me miró con su determinación. Miré sobresaltado hacia al ascensor, que abría sus puertas y vi salir a un niño delgado, amarillo y con una bata que le llegaba hasta las rodillas. Era Otto. Era mi hijo. Debía terminar mi acción. Debía acabar con él. Debía llegar a casa sin las manos vacías. Debía llegar a casa con el hígado de mi hijo en la mano y entonces podría decir “Lo conseguí”. Le miré a los ojos, y como si eso le hubiera bastado para conocer mis intenciones salió corriendo por la sala de espera y se refugió detrás de unas cortinas de color canela.

Me arrodillé para estar a su misma altura y después de decirle “Lo siento” estrangularle con mis propias manos. “¿Sabes? ¡Me alegro de que seas tú el padre!” oigo de fondo al niño.

Avancé lentamente y me puse detrás de la cortina y él estaba sentado con las rodillas encogidas mirándome. Me acerqué a él y con tono lastimero emitió un quejido. Le pedí perdón y así con mis manos su garganta. Apoyé su cabeza contra el suelo y apreté. Mis 7 meses concluidos. Mi acción completada. Mi vacío llenado. Mi drama acorralado. El círculo cerrado. Mi particular milagro de los panes y los peces. Mi sentimiento de satisfacción amarga con el que viviré toda la vida. Mi acción completada.

“¿Dónde está?” oigo de fondo. Yo sigo apretando y sus ojos se van hinchando como dos globos. “No es por ti, es por mí” le digo. Lo necesito y él en cierto modo también.

“Está detrás de las cortinas otra vez” oigo de fondo, y cuando miro mis manos mi hijo ha desaparecido. Para siempre. Y descorren las cortinas y veo a un hombre de color vestido con un mono blanco. Un celador. “¿Mi acción está completa?” le digo. “Sí, claro que sí” me responde. “Pero no lo estará del todo si no te tomas la medicación”.

Me incorporo y veo a un hombre con una gabardina de tergal que se quemó hace tiempo, pero él sigue usando. Sigo andando y veo a una señora con un abanico que golpea una y otra vez en su pecho. Detrás de la señora hay un hombre meando en las plantas. Sigo caminando y ahora veo a una señora que está llorando mientras acaricia el peluche de un perro con casco de astronauta. Un hombre está sentado en una butaca y tiene escrito con cicatrices “Solo los fuertes sobreviven”. Todos ellos tienen el mismo mono que yo. Un mono blanco.

Cuando llego al mostrador me dan un bote con dos píldoras de color azul y blanco. Me las tomo y se acerca un anciano con una bata blanca cubriendo unos pantalones marrones y una camisa a rayas negras y rojas.

“¿Cómo te encuentras hoy?” me pregunta. “Ya he completado mi acción” le digo. “Estoy recuperado” le digo. “Ya puedo volver a casa” le digo.

domingo, 18 de julio de 2010

Confesiones de una mente peligrosa

Y lo es. Chuck Palahniuk, a quién ya he parafraseado en alguna entrada es una mente muy turbia (y no es para menos).

Leyendo acerca de él me he podido enterar de que su primera novela "seria" ("Monstruos invisibles") no fue publicada por ser demasiado "perturbadora". Chuck, después de esto, escribió en tan solo tres meses "El club de la lucha" pretendiendo así hacer una obra más perturbadora. Sorprendentemente (para él) le publicaron esta última. No he mencionado su primer libro, porque no se llegó a publicar jamás debido a que la historia era una puta mierda, al parecer ("Insomnia: If You Lived Here, You'd Be Home Already").

Tras el éxito de "El club de la lucha" y su adaptación al cine, Palahniuk escribió su cuarto libro ("Superviviente") y aportó una nueva versión de "Monstruos Invisibles" que sí fue publicado. Fue un éxito, aunque para mí particularmente "Monstruos Invisibles" se puede resumir en la reflexión que expongo después.

Tras ser ya un escritor reconocido, su siguiente libro le catapultaría a la estantería "Best-seller". Asfixia (también llevada al cine, pero con menos éxito, debido a una interpretación de la historia nefasta) es una obra que hace una fuerte crítica con un humor negrísimo y el primer libro que leí de él.



Después pasó algo que pienso que le marcó para siempre. Su padre encontró pareja por un anuncio de contactos. Empezó una relación con Donna Fontaine, quién había metido en la cárcel a su anterior novio, el cual había jurado matarla si salía de prisión.

Efectivamente. Salió de la prisión y siguió a Donna y al padre de Chuck hasta su apartamento, les raptó a los dos, les metió en una cabaña, los mató de un disparo a cada uno y prendió fuego a la cabaña.

Chuck dio testimonio para volver a meter a ese hombre en la cárcel y condenarle a pena de muerte por doble homicidio. Para ayudarse a sobrellevar la culpa decidió escribir "Nana" (que es el libro que me estoy leyendo ahora mismo, el cual trata del descubrimiento de un poema que tiene el poder de matar a quién lo escucha).

Tiene otros muchos baches su vida, pero si me pusiera a contarlos todos eternizaría el post. Mejor os metéis en Wikipedia y lo miráis.


La reflexión de "Monstruos invisibles" la da Brandy, uno de los personajes del libro.

"- [...] Si hago todo esto es porque me parece que es el mayor de los errores.Es ridículo y destructivo, y a cualquiera que le preguntes te dirá que estoy obrando mal.Por eso tengo que pasar por ello. [...] ¿No te das cuenta? Porque nos han enseñado a hacer lo correcto. A no cometer errores. Supongo que cuanto mayor parezca el error, más posibilidades tendré de romper con todo y empezar una vida de verdad.
Como Cristóbal Colón navegando rumbo al desastre en el fin del mundo.
Como Fleming y el moho en el pan.
- Todos los descubrimientos verdaderos surgen del caos, son resultado de dirigirse hacia lo que parece incorrecto y ridículo y tonto.
[...]
-Pero yo estoy cometiendo el mismo error, solo que mucho peor todavía; el dolor, el dinero, el tiempo, y el hecho de ser despreciado por mis amigos de antes. Al final mi historia se reduce a mi cuerpo.
Una operación de cambio de sexo es para algunas peronas un milagro, pero si no lo deseas de verdad, es la peor forma de automutilación.
- No es que me parezca malo ser mujer. Eso podría ser maravilloso si yo quisiera ser mujer. Pero lo cierto es que ser mujer es lo último que deseo. Es el mayor error que podría cometer.
Este es el camino hacia el mayor descubrimiento. Porque estamos completamente atrapados en una cultura, en el hecho de ser humanos en este planeta con este cerebro que tenemos, y con dos brazos y dos piernas como todo el mundo. Estamos tan atrapados que cualquier escapatoria que imaginemos se convertiría nuevamente en una trampa. Todo lo que queremos, lo queremos porque nos han enseñado a quererlo.
- Lo primero que pensé fue amputarme un brazo y una pierna, el lado izquierdo o el derecho, pero ningún cirujano quiso ayudarme.
- También pensé en el sida, para conocer la experiencia; pero todo el mundo tenía sida y me pareció demasiado convencional, incluso esnob. [...]

- Hacen falta los dos pies para saltar al desastre.
- No soy heterosexual ni soy gay. No soy bisexual. No me gustan las etiquetas. No quiero meter mi vida entera en una sola palabra. En una historia. Necesito encontrar algo distinto, incognoscible, un lugar que no figure en los mapas. Una auténtica aventura.
Una esfinge. Un misterio. Un vacío. Desconocido. Indefinido. Incognoscible. Indefinible.
- Cuando te conocí me diste mucha envidia. Deseaba tener tu cara*. Pensé que ir por la vida con esa cara requería mucho más valor que cualquier operación de cambio de sexo. Te permitiría hacer descubrimientos mayores. Te haría más fuerte de lo que yo podría llegar a ser jamás."


Lo que viene a decir es que con actos cotidianos, vistos desde una perspectiva de mutilación, puedes obrar milagros. Y este es Chuck Palahniuk, tan reflexivo como una bala en el cráneo y tan sangrate como un filósofo.



*La protagonista tiene la cara desfigurada.

viernes, 2 de julio de 2010

Dando por culo

He descubierto hace poco una página de humor surrealista al más puro estilo 4chan (muchas son traducciones del contenido de esta última). La página es Dando por culo

Así que nada, aquí os la dejo y una muestra de lo que os podéis encontrar ahí.

lunes, 28 de junio de 2010

Fragmento del club de la lucha.

"Remember this", Tyler said. "The people you're trying to step on, we're everyone you depend on. We're the people who do your laundry and cook your food and serve your dinner. We make your bed. We guard you while you're asleep. We drive the ambulances. We direct your call. We are cooks and taxi drivers and we know everything about you. We process your insurance claims and credit card charges. We control every part of your life.
"We are the middle children of history, raised by television to believe that someday we'll be millionaires and movie stars and rock stars, but we won't. And we're just learning this fact," Tyler said "So don't fuck with us"

viernes, 14 de mayo de 2010

Allí donde solíamos gritar

El martes es el día especial de mi semana. El martes me levanto por la mañana, estiro los brazos hacia el cielo y le dedico un gran bostezo al armario que tengo delante. Me ducho con agua hirviendo. Tanto que me cuesta permanecer mucho tiempo debajo de ella.
Me visto. Desayuno un sándwich y un vaso de café. Salgo de casa y voy a comprar flores para tu habitación. Sé que tú no podrás olerlas, pero me da igual.

Bajo la cuesta del parque y voy a verte al hospital. Cuando aparezco, las enfermeras murmullan siempre lo mismo.
“Qué chico tan majo” dicen. “Qué habrá sido de su relación” dicen. “Cuánto tiempo va a seguir viniendo” dicen.

Me da bastante igual. Yo camino por el pasillo hasta tu habitación y entro. Te hablo durante mucho tiempo, aunque tú ya no me puedes escuchar. Te cuento qué tal ha ido la semana.

“Hoy he conocido a un chico que toca el violín. Igual que tú” te digo.

Y es verdad. Casi todo es verdad. A veces te miento, pero es porque no quiero que no escuches las cosas que no van bien.

Te pregunto que qué tal te ha ido a ti y me quedo en silencio. Aunque ya no me puedas contestar. Hasta que llega la doctora y me dice que me tengo que ir, que tienes que descansar. Aunque ya nunca te puedas cansar.

Eso ocurre los martes. Todos los martes excepto hoy. Hoy es diferente. Hoy te mueres.

Cuando llego al hospital las enfermeras ahora dicen otras cosas. “Pobre chico” dicen. “Espero que lo lleve bien” dicen.

No lo sienten. Como cada ser humano se refugiará en los problemas de los demás para ocultar el maltrato por parte de su marido, las deudas de su hermano o la delincuencia de su hija.

Me da bastante igual. Enfilo el largo túnel de adoquines color azul y me encuentro frente a la doctora Flamingo delante, con su bata a juego con el suelo y las uñas rotas de tanto arañar la madera de la sala de Morgue mientras el doctor Ford la empala una y otra vez a la vez que se quita la alianza del dedo sin que le vea. Siempre se le olvida.

- Está fatal.
- ¿Puedo entrar? – le digo.
- El coma ya no es superficial. Ha entrado en coma profundo. Tras controlarla durante toda la noche hemos detectado hiperventilación central neurogénica. Hemos probado de todo. Tiamina, naloxona, hemos hecho hemogramas, tamizaje de tóxicos, hemocultivos… Va a sufrir una muerte lenta y dolorosa durante las dos próximas horas.

“Menuda mierda” dije y entré corriendo en tu habitación. Me cerré con el pestillo y rompí la cerradura con una llave mientras la doctora Flamingo golpeaba la puerta y gritaba que le dejara pasar.

Me da bastante igual.

Me senté en la silla que hay al lado de tu cama. Miré por última vez tu habitación. A mi lado el ECG mostrando tus signos vitales. La máquina a la que estás enchufada y que te mantiene con vida.

Sé que lo que hago no está bien del todo, pero ésta es la historia de mi vida. El riesgo que corremos por vivir lo que necesitamos. Algunos se equivocan y creen necesitar de lo que viven. Yo te necesitaba a ti, explicarte qué había hecho hoy y ya te podías ir. Era mi martes y nadie me lo iba a quitar. Si me cerré en aquella habitación contigo fue por mí, no por ti. En ese instante estaba necesitando creerlo así.

Hoy estás con los ojos abiertos, y es de agradecer. Te cuento mi día. Como cada martes. Te digo que hoy he vuelto a ir. Sé que me dijiste que no volviera jamás, que sería para siempre para nosotros, pero no he podido evitarlo. “¿Ya sabes a dónde he vuelto?” te digo. “Allí donde solíamos gritar” te digo, aunque no es necesario, porque aunque no me oigas sabes perfectamente de qué te estoy hablando.

“¿Lo recuerdas?” te digo. Hace mucho de aquello, pero sé que sí. Estoy completamente seguro que recuerdas el día en que los dos teníamos problemas, pero no queríamos cargar al otro con más preocupaciones. El día en que decidimos contárnoslo gritando al mundo. Cuando por primera vez nos subimos a aquel monte, y nos miramos, y gritamos. Gritamos tan alto que nos dejé de oír.

Te digo que hoy he vuelto mientras te cojo la mano fría. Mientras escucho a la doctora Flamingo y el tío al que se tira cada viernes detrás de la puerta gritándome que no lo haga. Ellos no saben a qué gritan.

Yo sé que no me escuchas, pero te digo que aún recuerdo lo que me dijiste la primera vez. Me cogiste del brazo y me susurraste al oído que esto era solo para nosotros, que el grito siempre nos servirá, que era muy fácil, dijiste, y comenzaste a gritar.

Yo te seguí y grité. De repente dejaste de gritar y yo te miré. Estabas complacida. Libre.

Me dijiste que era imposible deshacer nuestro vínculo. Me dijiste que ya no había marcha atrás. “El grito siempre vuelve, y con nosotros morirá” dijiste. Y tenías razón.

Tú querías romper cristales me dijiste, querías que llovieran cristales. Bailar bajo esa lluvia. Tan peligrosa como excitante. Miles de cristales que se rompieron cuando tiraste aquella piedra. Bajando entre nosotros. Mostrando media cara mía y media tuya. Comprendí ahí que nuestro vínculo era inquebrantable. Rompiendo cristales me di cuenta de que nuestro vínculo era irrompible.

Después de eso te enamoraste de mí. Me enamoré de ti. “El grito siempre vuelve y con nosotros morirá” me dijiste. Y yo te hacía fotos y las dejaba volar. Te besaba.

“¿Lo recuerdas?” te digo, y no contestas. Me quedo en silencio y solo se oye el murmullo de las enfermeras. “Han llamado a la policía” dicen. “El chico se ha vuelto loco” dicen.

Me da bastante igual.

Y recuerdas, estoy seguro, los versos que escribimos en el banco. O nuestras dos iniciales escritas con compás en los hierros que separaban nuestra caída. Aún están. Hoy las he visto. Como nuestro vínculo. Nunca se irá.

Yo era tu grito. Tú eras el mío.

Te hundirá, y me hundirá, me dijiste. Llegará el día en que el grito no servirá, dijiste. Y llegó el día. El vínculo propio rompió el grito. Ya no gritábamos como antes. “Ahora no es fácil” me dijiste y comenzaste a gritar. Ya no le gritábamos al mundo. Ahora nos gritábamos el uno al otro. Ese día fue el último día que te vi. ¿Te acuerdas?

He traído un cuchillo. Para mí es de plástico. Antes era de metal. Te estoy contando esto mientras te acaricio el pelo negro. Sé que no puedes sentirlo, pero me da igual. Sé que sabes que yo ya no puedo gritar. “Ahora no es fácil” te digo, “tú solías empezar”

“Ese ha sido mi día” te digo, pero no he venido solo para esto, te digo. Te quería pedir un favor y por eso he venido. Quiero que grites. Grita todo lo fuerte que puedas. Aunque no puedas. Eso ya da igual.

Ahora estamos gritando los dos, y oigo a la policía detrás de la puerta. Les oigo por encima de nuestro grito. Tú no abres la boca, pero tienes los ojos abiertos.

¿Sabes por quién gritaba? Supongo que no. Estoy casi seguro de que no lo sabes. Nunca preguntabas. Esa era la regla. Y digo esto agarrando el cable que te mantiene con vida y mi cuchillo, que es de plástico.

Entró la policía, pero ya era demasiado tarde. “Y es que el grito siempre vuelve y con nosotros morirá”.

Ahora vuelvo a estar en el monte. Allí donde solíamos gritar. Y miro a mi izquierda y ahí estás tú. Con tus orejas de conejo en la diadema y tus gafas de sol. Tu chaqueta de cuero y tus pantalones pitillo. Yo no puedo evitar sonreír. Ahora me toca gritar a mí. “Es fácil” te digo y comienzo a gritar.

Y ya está, ya hay paz.

--------

Este relato está basado en la canción "Allí donde solíamos gritar" de "Love of Lesbian"

lunes, 3 de mayo de 2010

Principio de infarto

Las estaciones son imprevisibles. Siempre me he sentido un poco engañado con la climatología. Este verano era invierno. En este verano estoy tan solo que me pongo el abrigo. Este verano solo somos yo y mi abrigo, mis cigarros, pequeñas varitas de muerte, y una carta en la que lo único que pone es “Te odio”.

Había estado vomitando cada noche. Mi vómito apesta a heces y sangre. Es vómito estercoráceo. Creo que tengo una fístula. Nunca bebo tanto como para vomitar, y menos como para vomitar mierda.

Esta noche salgo solo, como cada noche. Como cada noche voy a mi club favorito. En el club están todos los desechos humanos que te puedas imaginar. Un pederasta que secuestra a los hijos de altos cargos de Bodybell y se masturba delante de ellos mientras juega con un alfiler en la boca y escupe sangre. Un proxeneta que cada quinto día de mes graba una película Snuff en la que nunca muere él. Un hombre que está convencido de que hasta que no coja el SIDA no va a estar satisfecho con su vida sexual así que se dedica a meneársela a desconocidos pagando 50 pavos a cada uno. Un empresario que se hace fotos sodomizando a su secretaria mientras habla con sus dos hijas, Marlene y Nicole. Una mujer que asesinó a doce personas en un hospital con la excusa “¿Qué más da? Van a morir igual…”. Un policía drogadicto que amenaza a los transeúntes con enchironarles si no le dan un pico. Yo soy uno más. La gente de este local está bastante preocupada con la mierda que les mueve, por eso aquí me siento bien. Nadie pregunta quién eres. En este local sólo te preguntas quién eres tú. Nadie más.

domingo, 25 de abril de 2010

Asfixia

Os quiero dejar con un trozo de un libro que estoy leyendo de Chuck Palahniuk, que me ha gustado mucho.

"[...]Lo que al niño le gustó primero de la pornografía no tenía que ver con el sexo. [...]
Igual que uno puede mudarse de una ciudad a otra y encontrar siempre una iglesia católica y una misa que es la misma en todas partes, el niño siempre pudo encontrar internet, no importaba a qué hogar de adopción lo enviaran. Lo cierto es, que si Jesucristo se hubiera reido en la cruz, o si hubiera escupido sobre los romanos, si hubiera hecho algo más que limitarse a sufrir, al niño le habría gustado mucho más la Iglesia.
Lo cierto es que su página web favorita no era especialmente sexy, al menos no para él. En ella uno encontraba simplemente una docena de fotografías de un tío regordete vestido de Tarzán y un orangután aturdido y entrenado para ir metiéndole algo que parecían cacahuetes tostados por el culo del tío.
[...] No tenía nada de sexy. Y, sin embargo, el contador mostraba que más de medio millón de personas habían visitado la página.
'Peregrinaje' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente.
El mono y los cacahuetes eran algo que el niño no podía entender, pero en cierta forma admiraba a aquel tío. El niño era estúpido, pero se daba cuenta de que aquello era algo que se le escapaba. La verdad es que la mayoría de la gente no dejaría ni que un mono les viera desnudos. Les aterraría el aspecto que pudiera tener su ojete, que pudiera tener un aspecto demasiado rojo y acolchado. La mayor parte de la gente no tendría agallas para agacharse delante de un mono, mucho menos de un mono y una cámara y varios focos, y en caso de hacerlo, primero tendrían que hacer trillones de abdominales, ir a una cabina de bronceado y cortarse el pelo. Después pasarían horas agachados delante del espejo intentando encontrar su mejor perfil.
Y luego, aunque no fueran más que cacahuetes uno tendría que permanecer relajado.
La mera idea de hacer audiciones con monos era aterradora, la posibilidad de ser rechazado por un mono tras otro. Seguro que puedes pagar suficiente dinero a una persona para que te meta cosas dentro o te haga fotos. Pero un mono. Un mono siempre es sincero.
[...] La cuestión es que en un mundo donde todo el mundo tiene que estar guapo todo el tiempo, aquel tipo no lo era. Ni el mono tampoco. Y lo que estaban haciendo no era bonito. Y lo que estaban haciendo no era bonito.
La cuestión es que el sexo no fue la parte de la pornografía que enganchó al niño estúpido. Fue la confianza. El valor. La falta total de vergüenza. La comodidad y la sinceridad genuina. La franqueza que permitía a alguien salir de allí y contarle a todo el mundo: Sí, así es como decido yo pasar una tarde libre. Posando aquí con un mono metiéndome cacahuetes por el culo.
Y no me importa el aspecto que tengo ni lo que vosotros penséis.
Así que apañaos como podáis.
Al insultarse a sí mismo estaba insultando al mundo.
Y aunque el tío no se lo estaba pasando en grande, su capacidad de sonreír y de mantener el tipo le hacía aún más admirable.
[...]'Libertad' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente.
Aquella era la clase de orgullo y seguridad en sí mismo que el niño quería tener. Algún día.
Si fuera él el que sale en esas fotos con el mono, las miraría todos los días y se diría: Si puedo hacer esto puedo hacer cualquier cosa.
No importa a qué más te enfrentes, si puedes sonreír y reírte mientras un mono te mete cacahuetes por el culo en un sótano húmedo de cemento con alguien sacando fotos, bueno, cualquier otra situación será pan comido.
Hasta el infierno.
Cada vez más, para el niño estúpido, esa era la idea...
Que si había bastante gente mirándote, nunca más ibas a necesitar la atención de nadie.
Que si algún día te desenmascaraban y quedabas lo bastante expuesto, nunca más ibas a poder esconderte. No habría diferencia entre tu vida pública y tu vida privada.
Que si uno adquiría bastantes cosas, si lograba bastantes cosas ya nunca querría poseer o conseguir nada más.
Que si te quería bastante gente, ya nunca necesitaría amor.
Que alguna vez se podía ser lo bastante listo.
Que algún día se podía conseguir suficiente sexo.
Todas estas se convirtieron en las nuevas metas del niño. En las ilusiones que habría de tener el resto de su vida. Aquellas eran las promesas que vio en la sonrisa del tipo gordo.
Así que a partir de entonces, siempre que estaba asustado, triste o solo, todas las noches que se despertaba presa del pánico en un nuevo hogar de adopción, con el corazón latiendo a toda prisa y la cama mojada, cada día que empezaba la escuela en un vecindario distinto, cada vez que la mamaíta volvía a buscarlo, en una habitación roñosa de motel, en cada coche de alquiler, el niño se acordaba de las 12 mismas fotos del hombre gordo agachado. Del mono y los cacahuetes. Y aquello tranquilizaba al mocosillo de mierda. Le mostraba lo valiente, fuerte y feliz que podía llegar a ser una persona.
Que la tortura es tortura y la humillación es humillación solo si uno elige sufrir.
'Salvador' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente.
Y es curioso ver cómo cuando alguien te salva, lo primero que quieres hacer es salvar a otra gente. A todos los demás. A todo el mundo.
El niño nunca supo cómo se llamaba ese tipo. Pero nunca olvidó aquella sonrisa.
'Héroe' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente."


- Asfixia

miércoles, 31 de marzo de 2010

Gordos

Os dejo la banda sonora de "Gordos" de Daniel Sánchez Arévalo. De momento, para mí, la mejor película española del 2009.

sábado, 27 de marzo de 2010

Lo que dijo...

Roman Polanski justo después de que la banda de Charles Manson asesinara a su mujer embarazada, la actriz Sharon Tate en 1969.

"Cada uno tiene su manera de ver la vida y las relaciones, y lleva su pena de un modo distinto. Algunos se van a un monasterio y otros empiezan a ir de putas."

Y esto lo dijo al preguntarle por la capacidad de rehacer su vida sentimental tan rápidamente.

viernes, 19 de marzo de 2010

Parón

El nuevo ECO se está formando y necesito volcar toda (mucho menor que 1*) mi creatividad en ello. Espero que no te moleste, lector.

* Tiene cojones que no pueda poner el símbolo porque si no blogspot me dice que estoy etiquetando mal en HTML.

domingo, 14 de marzo de 2010

American Beauty

«Siempre había oído que toda tu vida pasa ante tus ojos el segundo antes de morir. Para empezar ese segundo no es un segundo en absoluto, se hace algo inmenso como un océano de tiempo... en mi caso aparecía yo tumbado boca arriba en el campamento de los Boy-Scouts mirando estrellas fugaces. Y las hojas amarillas de los arces que flanqueaban nuestra calle... o las manos de mi abuela y su marchita piel que parecía papel. Y la primera vez que contemplé el nuevo Firebird de mi primo Tony.
... y jenny... y Jenny...
...y Caroline...
Supongo que podría estar bastante cabreado con lo que me pasó, pero cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la contemplase toda a la vez... y me abruma. Mi corazón se hincha como un globo que está a punto de estallar. Pero recuerdo que debo relajarme y no aferrarme demasiado a ella y entonces fluye a través de mi como la lluvia y no siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida. No tienen ni idea de lo que les hablo. Seguro. Pero no se preocupen. Algún día la tendrán».

domingo, 28 de febrero de 2010

Menciones e inyecciones.

Primero las menciones:

Primero de todo agradecer a Edu haberme descubierto el grupo "El cuarteto de nos" y sobre todo la canción "Ya no sé qué hacer conmigo" cuyo videoclip me parece sublime. Su canción "Pueblo podrido" también me gusta bastante por el mensaje que aporta, cada cual que piense lo que quiera.

LOST y todos los que acuden semanalmente a ver la sexta temporada conmigo merecen otra mención porque hacen que la siguiente semana quiera volver a ponerlo.

Los hermanos Coen, que como siempre me agradan con una nueva película, aunque esta sea la más RARA DE COJONES de todas. Con un mensaje muy simple y muy importante. Hablo de "Un tipo serio" para el que no se entere de qué va la vaina.

Las inyecciones o la inyección va para La Tierra en general, que me está tocando un poco los cojones, aunque creo que no más de lo que se lo hemos tocado a ella. Shavale! ¡La Tierra se subleva!

Mis dos últimas menciones son para los videos de ASDF y el PG Porn de James Gunn que me hace reir mucho.



domingo, 24 de enero de 2010

Morder el polvo

Ya el verano abandona sus hojas
y el fino cordón por donde baja mi pálpito de hiedra,
haciendo filigrana dibuja fortalezas de frontera.
No pasarán, no han de pasar
la grisura ni el vacío inmesurable
que sucede al aviso de unos ojos diciendo adiós.
Adiós ahora sí, esta vez sí, para siempre, adiós.

Y el valor consitiría en hacer astillas
el endeble andemiaje de errores cometidos
y admitir que simplemente hemos vivido.
Eso sí, bajo el peso de nuestra propia ley de gravedad.
Arriba, siempre arriba, sin pensar en la caída.

Ya el venaro sombrea sus hojas.
Y el fino pensar donde se rasga mi pálpito de ausencias,
haciendo filigrana
compone y remendando regenera.
No pasará, no ha de pasar
que de un azar disfrazado arme barreras.
No quiero otros ojos que me miren diciendo adiós.
Adios ahora sí, esta vez sí, para siempre, adiós.

Sólo candorosa esperanza de un austero viajar,
un recomponer los pedazos, un digno renquear.

Ahora prueba a no juzgar y a perder
el miedo a las derrotas, porque el mar, los océanos,
igual que acunan pueden engullir.
- Manolo García

------------------------

Está claro que a nadie le gusta morder el polvo. Después de la negrura invernal se discierne la luz que nunca llegará. Me gusta especialmente la frase el fino pensar donde se rasga mi pálpito de ausencias, es como saberse sólo pero rodeado de sombras, de ausencias en cierto modo. Cada vez estoy más convencido de que la humanidad es pasajera y las relaciones son cordones de zapato. Cuanto más fuerte las atas más tienden a romperse.

Uno de los personajes a los que más admiro, Woody Allen, tiene una teoría que comparto mucho antes de hacerme fan suyo. El factor de la suerte es importantísimo en la vida. ¿Quién va a procurarte una vida sana? ¿Quién una familia? ¿Quién el éxito? ¿Tu esfuerzo? No me hagáis reír. Siembra buenas acciones y recogerás lo que el azar decida. Puedes venir de abonar 2000 € para la construcción de pozos en África y atropellarte un camión de transporte de vacunas. El mundo es extraño y las cosas vienen como vienen. Y digo yo... esto... ¿no es una puta mierda?

viernes, 15 de enero de 2010

Piden 18 años para el acusado de poner fotos de sus hijos en un foro pedófilo.

Un padre, pero no cualquiera, ha sido detenido alguno de estos días, hace aproximadamente más o menos, por haber colgado más de 2000 fotos de sus hijos en situaciones indecorosas. Entre los archivos se encontraban las últimas vacaciones en "La manga".

El padre ha alegado que él ya había pagado a la SGAE lo que había que pagarle y que a él plim, que duerme en pikolín. También se ha defendido de la acusación diciendo que él en todo momento que quería pixelizar las caras, pero que como no podía les puso gafas de sol.

La condena que pide el populum populae es de 18 años, para asegurarse de que todos los niños de hoy en día sean mayores de edad cuando el acusado salga a subir más fotos.

La familia está muy consternada por los hechos. "A mí la mayoría de las fotos me pillaban de lado o sin arreglar o haciendo las almóndigas y los colacados" decía su ex-mujer, que vivía con ellos. "Etoh eh jin dudah una coza que nosentiende" comentaba su vecino Pinturero González.

Los chicos están muy contentos por haber salido por el televisor y prefieren que salgan sus cuerpos antes que ver al que presentaba el aquí hay tomate llorando con Belen Esteban.

Noticia real, pal que le interese: Noticia

miércoles, 6 de enero de 2010

Y henos aquí

Ya van dos veces en lo que llevo de día que sangro por diferentes sitios de mi cuerpo.

Primero los dientes. Suelto tanta mierda por la boca que debe habérseme erosionado la mandíbula. Acostumbrado a hacer comentarios sangrantes como los míos es difícil separarlos de la cotidianidad del buenos días. Pero soy así. Sangrante.

Segundo un dedo. Mi estado de hiperactivismo compulsivo no deja que me pare a pensar. Esto es un problema. Actúo impulsivamente y, lo que es peor, la gente me hace caso. Mando y ordeno y me estoy diluyendo tanto que no me doy cuenta de que también estoy sangrando. Una vez empiezas a disolverte poco queda, y es peor si te cercioras.



Y heme aquí, de estas prisiones cargado.Curioso como la vida misma. Sabiéndome feliz infeliz. Y me gusta.