domingo, 25 de abril de 2010

Asfixia

Os quiero dejar con un trozo de un libro que estoy leyendo de Chuck Palahniuk, que me ha gustado mucho.

"[...]Lo que al niño le gustó primero de la pornografía no tenía que ver con el sexo. [...]
Igual que uno puede mudarse de una ciudad a otra y encontrar siempre una iglesia católica y una misa que es la misma en todas partes, el niño siempre pudo encontrar internet, no importaba a qué hogar de adopción lo enviaran. Lo cierto es, que si Jesucristo se hubiera reido en la cruz, o si hubiera escupido sobre los romanos, si hubiera hecho algo más que limitarse a sufrir, al niño le habría gustado mucho más la Iglesia.
Lo cierto es que su página web favorita no era especialmente sexy, al menos no para él. En ella uno encontraba simplemente una docena de fotografías de un tío regordete vestido de Tarzán y un orangután aturdido y entrenado para ir metiéndole algo que parecían cacahuetes tostados por el culo del tío.
[...] No tenía nada de sexy. Y, sin embargo, el contador mostraba que más de medio millón de personas habían visitado la página.
'Peregrinaje' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente.
El mono y los cacahuetes eran algo que el niño no podía entender, pero en cierta forma admiraba a aquel tío. El niño era estúpido, pero se daba cuenta de que aquello era algo que se le escapaba. La verdad es que la mayoría de la gente no dejaría ni que un mono les viera desnudos. Les aterraría el aspecto que pudiera tener su ojete, que pudiera tener un aspecto demasiado rojo y acolchado. La mayor parte de la gente no tendría agallas para agacharse delante de un mono, mucho menos de un mono y una cámara y varios focos, y en caso de hacerlo, primero tendrían que hacer trillones de abdominales, ir a una cabina de bronceado y cortarse el pelo. Después pasarían horas agachados delante del espejo intentando encontrar su mejor perfil.
Y luego, aunque no fueran más que cacahuetes uno tendría que permanecer relajado.
La mera idea de hacer audiciones con monos era aterradora, la posibilidad de ser rechazado por un mono tras otro. Seguro que puedes pagar suficiente dinero a una persona para que te meta cosas dentro o te haga fotos. Pero un mono. Un mono siempre es sincero.
[...] La cuestión es que en un mundo donde todo el mundo tiene que estar guapo todo el tiempo, aquel tipo no lo era. Ni el mono tampoco. Y lo que estaban haciendo no era bonito. Y lo que estaban haciendo no era bonito.
La cuestión es que el sexo no fue la parte de la pornografía que enganchó al niño estúpido. Fue la confianza. El valor. La falta total de vergüenza. La comodidad y la sinceridad genuina. La franqueza que permitía a alguien salir de allí y contarle a todo el mundo: Sí, así es como decido yo pasar una tarde libre. Posando aquí con un mono metiéndome cacahuetes por el culo.
Y no me importa el aspecto que tengo ni lo que vosotros penséis.
Así que apañaos como podáis.
Al insultarse a sí mismo estaba insultando al mundo.
Y aunque el tío no se lo estaba pasando en grande, su capacidad de sonreír y de mantener el tipo le hacía aún más admirable.
[...]'Libertad' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente.
Aquella era la clase de orgullo y seguridad en sí mismo que el niño quería tener. Algún día.
Si fuera él el que sale en esas fotos con el mono, las miraría todos los días y se diría: Si puedo hacer esto puedo hacer cualquier cosa.
No importa a qué más te enfrentes, si puedes sonreír y reírte mientras un mono te mete cacahuetes por el culo en un sótano húmedo de cemento con alguien sacando fotos, bueno, cualquier otra situación será pan comido.
Hasta el infierno.
Cada vez más, para el niño estúpido, esa era la idea...
Que si había bastante gente mirándote, nunca más ibas a necesitar la atención de nadie.
Que si algún día te desenmascaraban y quedabas lo bastante expuesto, nunca más ibas a poder esconderte. No habría diferencia entre tu vida pública y tu vida privada.
Que si uno adquiría bastantes cosas, si lograba bastantes cosas ya nunca querría poseer o conseguir nada más.
Que si te quería bastante gente, ya nunca necesitaría amor.
Que alguna vez se podía ser lo bastante listo.
Que algún día se podía conseguir suficiente sexo.
Todas estas se convirtieron en las nuevas metas del niño. En las ilusiones que habría de tener el resto de su vida. Aquellas eran las promesas que vio en la sonrisa del tipo gordo.
Así que a partir de entonces, siempre que estaba asustado, triste o solo, todas las noches que se despertaba presa del pánico en un nuevo hogar de adopción, con el corazón latiendo a toda prisa y la cama mojada, cada día que empezaba la escuela en un vecindario distinto, cada vez que la mamaíta volvía a buscarlo, en una habitación roñosa de motel, en cada coche de alquiler, el niño se acordaba de las 12 mismas fotos del hombre gordo agachado. Del mono y los cacahuetes. Y aquello tranquilizaba al mocosillo de mierda. Le mostraba lo valiente, fuerte y feliz que podía llegar a ser una persona.
Que la tortura es tortura y la humillación es humillación solo si uno elige sufrir.
'Salvador' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente.
Y es curioso ver cómo cuando alguien te salva, lo primero que quieres hacer es salvar a otra gente. A todos los demás. A todo el mundo.
El niño nunca supo cómo se llamaba ese tipo. Pero nunca olvidó aquella sonrisa.
'Héroe' no es la palabra adecuada, pero es la primera que se me viene a la mente."


- Asfixia