lunes, 3 de mayo de 2010

Principio de infarto

Las estaciones son imprevisibles. Siempre me he sentido un poco engañado con la climatología. Este verano era invierno. En este verano estoy tan solo que me pongo el abrigo. Este verano solo somos yo y mi abrigo, mis cigarros, pequeñas varitas de muerte, y una carta en la que lo único que pone es “Te odio”.

Había estado vomitando cada noche. Mi vómito apesta a heces y sangre. Es vómito estercoráceo. Creo que tengo una fístula. Nunca bebo tanto como para vomitar, y menos como para vomitar mierda.

Esta noche salgo solo, como cada noche. Como cada noche voy a mi club favorito. En el club están todos los desechos humanos que te puedas imaginar. Un pederasta que secuestra a los hijos de altos cargos de Bodybell y se masturba delante de ellos mientras juega con un alfiler en la boca y escupe sangre. Un proxeneta que cada quinto día de mes graba una película Snuff en la que nunca muere él. Un hombre que está convencido de que hasta que no coja el SIDA no va a estar satisfecho con su vida sexual así que se dedica a meneársela a desconocidos pagando 50 pavos a cada uno. Un empresario que se hace fotos sodomizando a su secretaria mientras habla con sus dos hijas, Marlene y Nicole. Una mujer que asesinó a doce personas en un hospital con la excusa “¿Qué más da? Van a morir igual…”. Un policía drogadicto que amenaza a los transeúntes con enchironarles si no le dan un pico. Yo soy uno más. La gente de este local está bastante preocupada con la mierda que les mueve, por eso aquí me siento bien. Nadie pregunta quién eres. En este local sólo te preguntas quién eres tú. Nadie más.

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